miércoles, 23 de febrero de 2011

Pulsera...

Hoy, como cada mañana, tras vestirme, me he dirigido al armario donde tengo la bisutería. Por primera vez en más de un año me ha apetecido buscar una pulsera en concreto. Me la he colocado y como en un cuento me he trasladado a tres años atrás en mi vida. AL momento en que me la regalaron. A la ilusión de una relación incipiente que me llenó de vida. Recuerdos de regalos, de visitas sorpresas, de sms cargados de deseo, de escapadas por sólo darnos un beso. La paz que respiraba en aquel pueblecito (capital del maresme, que me diría él). Allí iba a soñar, a relajarme, a descansar, a ver tiendas, a dormir, a ver el mar desde el balcón, a charlar, a compartir, a comer.....Tiempos felices en aquel rincón de la geografía.

De allí era esta pulsera que hoy llevo. Y ahora ya soy capaz de volver a recordar aquellos momentos con cariño, con ternura, con nostalgia. Puedo recordar los cafés desde ese balcón, en pijama, contemplando el mar, cuando nos daba la hora de comer porque la conversación nos había entretenido.

Sí, ya puedo sonreir al recordar aquella etapa de mi vida que compartí contigo. Sin embargo aún no he podido olvidar el daño causado al final: las mentiras, la traición, la tortura emocional, las palabras feas.... Es por eso que prefiero no tener contacto contigo.

martes, 22 de febrero de 2011

De perros y rabia...

Hoy me apetece empezar una nueva 'sección' dentro del blog. Hace ya un tiempo que voy diciéndome que debería recopilar esas frases que le he oído decir a mi madre decenas de veces. Mi madre tiene refranes para todo...y el que la conoce lo sabe bien. Así que ahí empezamos...

MUERTO EL PERRO SE ACABÓ LA RABIA.

Esta frase se debe decir de manera enérgica para que tenga la fuerza que merece. Es como una sentencia dictada y aplicada.

La aplicaría siempre que estemos cansados de hacer pequeños parches para eliminar un problema. Cuando veamos que es insuficiente el esfuerzo y la energía que empleamos para atajar el problema, intentando evitar efectos secundarios de mayores dimensiones. Sólo entonces estaremos realmente preparados para cortar de raíz.

viernes, 18 de febrero de 2011

Rosó...

El tiempo pasa. El dolor afloja. Y así uno puede recordar etapas pasadas sin ahogarse. Recuerdos de hospitales, de abrazos, de lágrimas...recuerdos de sentimientos a flor de piel.

Es cierto. Tengo una amiga que siempre me decía: Lena, todo es un proceso que hay que pasar. El dolor, la rabia, el odio...y siempre se llega al final a la indiferencia. Siempre lo puse en duda. SIn embargo ahora que el tiempo ha pasado y con las recientes experiencias vividas, le doy la razón.

Esta semana estoy recordando mis vivencias con una familia a la que quise y con la que compartí unos momentos muy duros. Recuerdo en bastantes ocasiones a Isabel y a Salvador, dos personas encantadoras que me acogieron y a las que les di todo cuanto pude. Recuerdo cómo días antes de su muerte Salvador me decía que su charnega valía más que nosecuántas catalanas. Recuerdo cómo recibió mi tiramisú cuando apenas quería comer nada. Recuerdo la resignación y la lucha. Recuerdo los abrazos cuando robaba unas horas a mis hijos para estar con él y su familia. Recuerdo la fortaleza inacabable de Isabel, su incansable aliento por su marido. Recuerdo la canción de despedida.....

Recuerdos de un pasado duro pero en el que me sentía cómoda, querida y necesaria. Dos años más tarde aquello que era tan importante en mi vida ya no está. Daños colaterales...

Allà on siguis...jo també et recordo.

martes, 15 de febrero de 2011

Vendiendo exclusivas...

Hoy siento la necesidad de escribir que la maternidad dejó de serlo todo en mi vida hace ya unos cuantos años y sigue siendo así. Que no me gusta nada que nadie opine sobre cómo soy como madre, porque soy consciente de lo mal que lo hago (como cualquier madre, supongo, y de esto ya hemos hablado años a..). Que me cansa tener la responsabilidad en exclusiva de todo lo que le pase a mis vástagos. Que me pesa infinito en algunos momentos esta libertad supeditada a las necesidades propias del cargo de la maternidad de una divorciada con 96 horas al mes para 'sus cosas'. Que ya está bien que mis hijos se aprovechen de este sentimiento de culpa que me embarga cuando siento ganas que llegue el fin de semana que se van con su padre y me quedo sola. Cuando sin haber preparado oposiciones para juez, incluso sin haber estudiado derecho, tengo que oir cada día cargos, acusaciones y alegaciones, debiendo hacer una criba entre los testimonios y las pruebas aportadas para acabar dictando sentencia. Una sentencia que sin duda jamás será justa, porque además no creo en el término JUSTICIA.

De un tiempo a esta parte estoy siendo un tanto más reservada en cuanto a mi vida sin hijos. En cuanto a con quien estoy o qué hago. En cuanto a si salgo fuera o simplemente aprovecho para redecorar mi casa o mi alma. Me decía hoy una compañera y amiga del trabajo que el otro día le preguntaron por mi vida 'privada'. Sí, nuestra vida, la de algunas personas, no deja de ser más que un escaparate para el resto de transeúntes que se cruzan con nosotros. Exponemos parte de nuestra intimidad en blogs, facebooks, conversaciones diversas.... Y eso nos hace no sólo vulnerables sino también criticables (positiva o negativamente). Y eso me ha llevado a recordar cuántos famosos se quejan de la intromisión que hay en su intimidad. Y el argumento de los periodistas del corazón que esgrimen como si fuera el primer mandamiento de la ley del famoso, que todo aquel que en algún momento de su vida haya vendido una exclusiva está expuesto a ser objetivo de la prensa del corazón.

Eso me lleva de nuevo a pensar cuanta importancia debe tener lo que los demás opinen de nosotros, sobre todo cuando esos demás no tienen ninguna importancia en nuestras vidas. Que digan lo que quieran...y si puedo darles de qué hablar, mejor.

Pero luego hay otras personas que son muy importantes en nuestras vidas, cuya opinión es para nosotros relevante y digna de ser tenida en cuenta. Cuando esas personas abren la boca, cualquier cosa que digan no nos dejará indiferentes.

A veces me revelo contra mí misma. Cada vez me acepto un poco tal como soy, incluyendo mis imperfecciones. Ya hace tiempo que me perdoné algunas cosas. Y ahora defiendo a esa Ana plural que no sólo es madre...a veces, con uñas y dientes, sin medida... Si habeis recibido algún arañazo en esa defensa recientemente pido disculpas, de corazón. De ese corazón que un día vendió exclusivas y ahora sólo quiere pasar desapercibida a los paparazzis.