Ya hace algún tiempo que asumió que su vida estaría rodeada de soledad. De hecho se la autoimpuso cuando la gente empezó a fallarle. Primero fue la pareja. Descubrió que tenía a su lado un desconocido, apático hacia ella y que se movía por necesidades primarias...tan lejos de las necesidades de ella y de sus inquietudes...que se vio obligada a tomar la decisión de separarse. Separarse para liberarse del rastre que la impedía a ella avanzar.
Y creyó recuperar el control de su vida. Y la sensación de libertad la invadió a través de cada poro de su piel. Y se probó hasta donde sería capaz de llegar. Y se sumergió en un mundo nuevo, totalmente desconocido para comprobar qué había más allá de las paredes que la habían envuelto durante más de veinte años. Y descubrió una gama de colores que nunca imaginó, que sólo había leído en las páginas de libros convencida de su inexistencia. Y voló, y vivió, y soñó....pero también, al poco tiempo, se chocó, se decepcionó, se sintió vacía, se sintió marioneta de sí misma....y comprobó que el lastre mayor que había soportado toda su vida era ella misma.
Los nuevos 'amigos' desaparecieron aún más rápido de lo que aparecieron, los 'viejos' amigos volvieron a sus vidas, y la familia pronto sintió que no era necesario hacerse presentes para ella, puesto que ella había 'rehecho' su vida velozmente. Y pasó justo lo contrario que dicen que ocurre en las dietas, que los quilos que se pierden rápido en seguida se recuperan, y los amigos que se hacen rápido en seguida desaparecen.
Y sin otra cosa con que llenar su vida se volcó en sus hijos. Y quiso controlar cada uno de los momentos de sus vidas...pero era tarde. Los hijos pasaban algunos fines de semana y la mitad de las vacaciones con su padre..y cuando estaban en casa ya no necesitaban que ella estuviera allí. La adolescencia de sus hijos la relegaba a una posición de madre en stand by, apagada pero preparada para activarse con sólo darle a un botón. Atrás quedaron los tiempos en que ella era imprescindible para ellos. En que ella les acunaba en sus brazos para alejar los malos espíritus. En que sólo la seguridad de ella curaba esos pequeños males de la infancia. Ahora su papel era una paciente espera para ser necesaria, aunque sólo fuera para hacerles la cena, plancharles la ropa, o ayudarles con un trabajo que dejaron para el último momento.
Y mientras un sábado sus hijos disfrutaban de sus amigos uno en el cine y el otro en un parque, ella se hundió en su sofá, y se contempló reflejada en el televisor apagado. ¿Qué había hecho con su vida? ¿A dónde había conducido sus pasos? Sólo tres años la separaban de aquella mujer vital que sentía que había tomado la mejor decisión de su vida: recuperarse. Sólo tres años bastaron para matar la ilusión, las ganas, el deseo, la esperanza...Sólo tres años pueden ser toda una vida. Una vida llena de todo, donde el tiempo es un valioso tesoro que pedimos a la lámpara de Aladino, para seguir llenándolo de tantas actividades que tenemos previstas. Y tres años más tarde frotamos insistentemente esa misma lámpara para pedirle al genio que pasen ligeras las horas porque nada tenemos para llenarlas. Y a estómago vacío sólo lo vence el sueño que aligera el tiempo. Y ella engaña su corazón durmiendo mientras la vida se cierne sobre ella con las mismas paredes que nunca adivinó...las paredes que forman su mente.
Este final me ha recordado una película protagonizada por Ariadna Gil, 'Ausentes'. Si alguien no la ha visto os la recomiendo. Hasta a aquellos que el cine español no os acaba de convencer, creo que esta película os puede sorprender.
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