Los miércoles siempre espero obtener un pequeño placer. Mis sesiones de masaje neurosedante son agua para la aridez de mi mente. Una vez entras en clase y te cambias de ropa, ya no hay manera de huir del placer de dejarse ir. Movimientos suaves, dulces y rítmicos. Parece que durante esa hora el tiempo no tenga ninguna importancia. Respiramos despacio y suave, nos entregamos a dar o a recibir con la paz necesaria para que el masaje sea beneficioso. Sin prisa y sin pausa vamos entrando en ese dejarse ir en el fluir del tiempo, para sentirnos libres de manera efímera.
Soy afortunada por poder participar de tan beneficiosa actividad.
miércoles, 2 de junio de 2010
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2 comentarios:
quiero un masajeeeeeeeeeeeee... encontré hace un año un local que los hacían baratos, pero cuando me decidí a ir lo habían cerrado, duró, creo, un mes.
canichu...la próxima vez que nos veamos, si tenemos cerca un colchón y tiempo, está hecho.
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