Sonaba 'En un mercado persa' de Ketelbey, pero ella no era del todo consciente de ello, no podía apreciar las notas más allá de los sonidos placenteros que la envolvían y la acompañaban en aquel estado de dulce embriaguez. La cena había sido amena, escanciada con un chardonay de navarra, pero como siempre que bebía vino, su efecto superó lo previsto.
El había venido por otro motivo, pero ella aprovechó aquella ocasión para mientras terminaba de reparar la caja de antena de la habitación invitarle a cenar. Se sentía sola, tremendamente sola a ratos, y él era un hombre. A veces es suficiente eso. El, primero, rehusó cortésmente su invitación, pero ella insistió...él volvió a declinar, pero ella le miró a los ojos, y le suplicó con la mirada 'quédate, por favor'. Y se quedó.
El mantel de tela sobre la mesa del comedor, servilletas de tela, también, las copas que sólo salían de la vitrina en contadas ocasiones, unas velas encendidas y la botella de vino pendiente de abrir. El sale del baño, de lavarse las manos tras la tarea realizada, y al llegar al comedor se queda perplejo....una escena de película romántica se da cita ante él. No sabe si sentarse y dejarse llevar por ese marco o bien salir huyendo, pero la conoce de tiempo y confía en que nada enturbie su relación.
Ella sale de la cocina con los platos y se sienta a la mesa, le invita a abrir la botella de vino, tarea que él lleva a cabo con pulcritud, sirviéndole sin derramar ni una sola gota. Y la cena se desarrolla charlando de aquello y de lo otro, bebiendo poco a poco y sintiendo el calor que va recorriendo el cuerpo entero, con especial hincapié en el estómago. Al terminar de cenar se miran a los ojos, sintiendo el peso de la soledad en cada uno de los poros de su piel, en la mirada y en el corazón. Ella sonríe tímida, como aquel que sabe cómo sigue la historia. El la mira indeciso, sin saber si esa es una invitación a entrar o a quedarse. Y el teléfono suena y él tiene que salir de manera precipitada.
Ella acierta a darle al 'play' en el equipo de música y mientras suena 'En un mercado persa' ella siente el corazón seco y mustio, mientras la embriaguez la invita a dejarse caer en el sofá.
PD: Problemas técnicos me impiden subir 'En un mercado persa', pero esta música puede ser la que suene en su corazón esta noche.
El había venido por otro motivo, pero ella aprovechó aquella ocasión para mientras terminaba de reparar la caja de antena de la habitación invitarle a cenar. Se sentía sola, tremendamente sola a ratos, y él era un hombre. A veces es suficiente eso. El, primero, rehusó cortésmente su invitación, pero ella insistió...él volvió a declinar, pero ella le miró a los ojos, y le suplicó con la mirada 'quédate, por favor'. Y se quedó.
El mantel de tela sobre la mesa del comedor, servilletas de tela, también, las copas que sólo salían de la vitrina en contadas ocasiones, unas velas encendidas y la botella de vino pendiente de abrir. El sale del baño, de lavarse las manos tras la tarea realizada, y al llegar al comedor se queda perplejo....una escena de película romántica se da cita ante él. No sabe si sentarse y dejarse llevar por ese marco o bien salir huyendo, pero la conoce de tiempo y confía en que nada enturbie su relación.
Ella sale de la cocina con los platos y se sienta a la mesa, le invita a abrir la botella de vino, tarea que él lleva a cabo con pulcritud, sirviéndole sin derramar ni una sola gota. Y la cena se desarrolla charlando de aquello y de lo otro, bebiendo poco a poco y sintiendo el calor que va recorriendo el cuerpo entero, con especial hincapié en el estómago. Al terminar de cenar se miran a los ojos, sintiendo el peso de la soledad en cada uno de los poros de su piel, en la mirada y en el corazón. Ella sonríe tímida, como aquel que sabe cómo sigue la historia. El la mira indeciso, sin saber si esa es una invitación a entrar o a quedarse. Y el teléfono suena y él tiene que salir de manera precipitada.
Ella acierta a darle al 'play' en el equipo de música y mientras suena 'En un mercado persa' ella siente el corazón seco y mustio, mientras la embriaguez la invita a dejarse caer en el sofá.
PD: Problemas técnicos me impiden subir 'En un mercado persa', pero esta música puede ser la que suene en su corazón esta noche.
7 comentarios:
No sé como describir cómo me siento al acabar de leer esto, especialmente por el acompañamiento muy muy apropiado de la música. Sabes? hubieras puesto otra música, y habría esperado otro final. Cómo puede ser que la música me expicara el final del cuento????
Besos.
La solitud és la més dura de les companyes. També ho serà a l'hora d'imposar-te fer-la fora. Pots estar-ne segura. Ànim.
Isaac
Tengo que pasarte el truco para evitar problemas con GOEAR, te lo mandaré por mail.
Besicos!
Guapa, d'allò que comentes, apunta't la data: 27 d'octubre, Barcelona. Més detalls, més endavant.
Yo nunca me he llevado bien con los clásicos...será porque los vi como de clase alta?
Pero tampoco me han gustado los móviles en las cenas para dos. O se está o no se está, pero marcharse así...
hmmmm
Salud!
Estoy con Juan, los móviles en ciertas ocasiones, mejor olvidados. Un beso.
me sentí en los puentes sobre madison. La soledad no lo puede toso Lena, usted y yo o sabemos.
Publicar un comentario