viernes, 20 de agosto de 2010

Berlín...

Pasados ya unos días del regreso de Berlín toca escribir sobre la experiencia. Una gran familia compuesta por cinco niños y tres adultos recorrieron las calles de Berlín pateándolo durante horas y recorriendo la ciudad subterránea en esa fantástica aunque vieja red de metros y trenes. Maravillosos los billetes de turista de tres días que son válidos para un adulto y tres menores...por sólo 21 €.


Las anécdotas que más me llamaron la atención de la ciudad son:


Hay que pagar por ir al lavabo hasta dentro del Mcdonalds aunque hayas comido allí. Las tarifas oscilan entre 20 céntimos en Mcdonalds y 50 céntimos enn el Palacio Charlotenburg.


El pagar con tarjeta es algo complicado. En casi ningún establecimiento comercial las aceptan aunque te gastes media paga extra. Por tanto hay que llevar una buena cantidad de efectivo y una vez gastado sacar dinero en algún cajero (como el que encontramos frente al trozo de muro de Berlín pequeño).


Los berlineses son personas silenciosas y sumamente cívicas. Los niños son tan silenciosos que una cree que están aletargados. La representación de niños españoles que llevábamos era la otra cara de la moneda. La mayoría de sillitas de niños eran dobles y o bien hay una gran natalidad de mellizos o bien se tienen niños con poca diferencia de edad.


En general las personas de cara al público del sector servicio son personas con poco aguante y que se contrarian en seguida cuando les pides varias cosas o a última hora cambias un souvenir por otro. Por supuesto no hablamos alemán y el inglés no lo hablan todos allí, así que a veces por el idioma y otras veces por el poco hábito que deben tener de nuestra manera de pedir (rápido y sin aceptar lo primero que nos ofrecen) las malas caras son frecuentes.


El café, como en todos los sitios que he visitado fuera de España es largo y aguado...y por tanto no vale nada. El café con hielo parece que no sepan lo que es. Y además es carísimo...


La mayoría de personas a las que preguntábamos para ir a un lugar determinado de Berlín (ya fuera por calle o por lugar de interés) no tenían ni idea de cómo indicarnos ni dónde estaba el punto. Deduzco que utilizan con frecuencia el callejero de páginas amarillas para moverse.


No hay mendicidad o al menos no la vimos. Cuando en las muchas horas de metro que hicimos, entró un hombre tocando, todos los berlineses le dieron dinero.


No vimos niños jugando en los parques. Y el metro, cuyos asientos son de espuma forrada con un plástico tipo hule, no están rajados. Síntoma claro que el civismo domina la ciudad.


La lluvia nos acompaña casi a diario, pero es una lluvia fina que aunque acabe empapando se aguanta bien. Llueve completamente perpendicular al suelo, con lo que es fácil no mojarse las piernas. El moverse en bicicleta es frecuente. Hay aparcamientos para bici y no roban los sillines. También hay muchas motos. Me sorprende dado la climatología que tienen.

Y si un revisor te pilla en el tren sin el billete para la zona C, no intentes ni hacerte la simpática, ni provocar lástima, porque nada es válido para evitar que te pida el passport y te casque una multa que o pagas en efectivo o te dan un bonito souvenir para que hagas un ingreso bancario. Por supuesto, no podrás pagarla con visa.


Y ahora fotillos:



La troupe menos el fotógrafo, bajo la puerta de Bradenburgo. Impresionante y emocionante después de haberlo deseado durante meses...

Parte del muro, el trozo más largo, que aún se conserva. Por el lado lleno de grafitis, por el otro lado es blanco impoluto.

En el campo de concentración de Oranienburg, imagen de los dos barracones que se mantienen tal como eran en su interior.
En esta habitación es donde debían lavarse cada mañana, después de ser levantados a las 4 de la mañana.


Parte del muro de Berlín, el trozo pequeño, próximo al checkpoint Charly. Una exposición en el edificio que sale tras el muro, contiene imágenes de lo que ellos denominan : topografía de los horrores.
Nuestro equipaje.

De vuelta a casa, con las maletas y la troupe menos la fotógrafa...ay que reconocer que si abultábamos sin maletas, con maletas ya era la hostia....

El resumen es satisfactorio por la compañía, el buen rollo general a pesar de esos pequeños detalles sin importancia, lo aprovechado que ha estado la visita y que pisar Berlín era un sueño para mí...a pesar de no haberme gustado la ciudad por ser fría, seria, gris, apagada...y no sería uno de los destinos que escogiera para repetir.

2 comentarios:

Ferran Porta dijo...

En realidad, Berlin es sumamente interesante; no hay rincón en la ciudad que no huela a historia. Pero tienes razón: los berlineses, en general, son bordes. O muy bordes. No hay lugar perfecto, por desgracia.

Saludos desde Berlin,

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

Pues yo no tengo esa impresión -la de que los berlineses sean bordes. Son alemanes, callados, simpáticos dentro de su rictus impertérrito, pero poco más. Intentar hacer sonreír a una alemana es como abrir una lata de sardinas con un destornillador. Cuesta. Cuesta mucho. Pero a veces incluso lo consigues.

Por lo demás, sólo diré una cosa: ¡Fotos para Diversidad ya!