lunes, 16 de noviembre de 2009

'Quedar-se cacauet' o cómo caer

Llevaba un par de semanas algo-bastante-muy floja de ánimo. Varios frentes abiertos de distintas envergaduras y de larga negociación en el tiempo. Demasiados frentes durante demasiado tiempo pasa factura. Un costipado que te ataca con ganas aprovechando ese desánimo y un final de fiestas con mi hijo con los dos brazos rotos haciendo gimnasia en el colegio. Me supera no poder proteger a mis hijos de todo mal...o al menos del mal que duele y que toca la salud. Mi pobre pequeño tuvo una de las fracturas con desplazamiento de radio que hubo que colocar en su sitio con dolor, con mucho dolor. Y además la semana pasada en la revisión nos dijeron que se había desplazado otro poquito y que mañana martes si no se ha desplazado más ya estará, pero que si se había movido algo más....habría que volver a reducir la fractura. Eso pasó el miércoles pasado y desde entonces un sentimiento enorme y aplastante que se anunció ya el día del accidente del pitufo, se apoderó de mi. He llorado cuando no acostumbro a hacerlo y cuando sé que además no sirve de nada. He rezado, suplicando piedad por mi hijo a ese ser todopoderoso que hace años que no sabe nada de mi. He purgado automachacándome por todos mis pecados....
Ciertamente llevaba ya desde septiembre con varias pequeñas batallas en danza, intermitentes pero sin pausas...ser adulto y tener gente a tu cargo es como llevar siempre encima un saco de arena. El que pasea a tu lado te hace más ligero el tramo de camino en que te acompañan, pero lo cierto es que el peso del saco lo llevas tú, y el resto sólo pueden hacer que no pienses en él durante un rato.
Peté. Empecé a petar a principios de este mes, pero peté del todo el viernes...creí tocar fondo, pero no es cierto. No debo mentirme. Sentí tocar fondo y decidí como alguna que otra vez antes que no podía permitírmelo por los míos, los mismos que me han menguado las fuerzas.
Decidí que debía hacer algo. Y como no podía evitar el resultado que verá el traumatólogo mañana, ni podía evitar que las partidas a medias se siguieran jugando, me inventé un personaje. Debía estar bien y yo lo sabía. Todos lo sabían. Así que tras leerme el papel todos, decidí aceptarlo. Me caractericé, me metí en la piel del personaje que iba a interpretar, me teñí el pelo, me compré ropa nueva, complementos...me maquillé para restaurar mi fachada y salí a la calle.
Nadie notó mi bajón. Caricaturicé hasta el extremo el papel que quería interpretar y triunfé. Me aferraré a mi personaje hasta que mi persona pueda volver a andar sola. Mientras tanto me acojo a la fuerza de la voz de Sole Gimenez, a cuyo concierto fui ayer, para decir que aunque lleguen las aguas de marzo y duela perder el verano, seguiré adelante...


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